¿Un abrazo y un café para empezar?
Pedro se tapa de nuevo los oídos y aprieta los dientes. Cada vez que la puerta da un portazo se siente morir. No entiende la diferencia entre el estruendo de las puertas metálicas cerrándose a la noche y el viento que cierra la puerta.
Pedro se rasca la garganta cuando ve un inhalador y siente que no puede respirar. No entiende la diferencia entre los problemas que le causaba la humedad del centro y el asma alérgico de su compañero.
Pedro cumple hoy doce años y siente la tentación de lanzar al suelo la taza de leche. Sigue sintiendo una gran ansiedad en los cumpleaños porque solamente recuerda la boca ensangrentada del último año después del uno de los ataques violentos de su madre.
Pedro sigue teniendo problemas para dormir por las noches; espera escuchar llantos o quejas de voces ajenas que no llegan. Aunque cerrados, sus ojos vacilan.
Pedro nació en la cárcel y hace seis que la abandonó. Sigue sintiendo miedo a todo. Es silencioso y esquivo y y no entiende de atenciones; el brazo de Laura, está escayolado por su causa, ella se acercó con ternura para acariciar, curiosa, el rizado cabello de Pedro.
Uf qué fuerte! Veo que las dos elegimos miedos de esos que son golpes bajos a la infancia. Me estremeció leerte. Un beso.
ResponderEliminarTremendo!!! eso no es un miedo normal, es uno de los medos que deberían estar prohibidos n la infancia.
ResponderEliminarPedro se ha criado en una fabrica de miedos, los ha sufrido todos, menos el de que lo atropelle un camión. Y debe haber muchos Pedro, cuanta tristeza debe haber en su mirada cuando el miedo pestañee. Un relato que no nos deja indiferentes, que seguramente se lo contaré a mi hija cuando venga luego, que recordaré cuando vea a un chaval por la calle. Abrazos
ResponderEliminarVengo de leer a Sindel y tu relato ha aumentado aun más el desasosiego y mal sabor de espíritu.
ResponderEliminarTu monstruo no es personal, lo ha creado una sociedad injusta y vengativa.
Saludos.
Espero que Pedro sea inglés.
ResponderEliminarA veces las emociones fuertes duran poco...Me has dado qué pensar con desasosiego. Los relatos al ser leidos me adentran y a veces se recuerdan sin embargo las emociones...
ResponderEliminarAmiga, me has dejado estremecido... Uy, acerca un café. calentito...
ResponderEliminarUn abrazo
Qué cruel realidad. Me he quedado sobrecogida. Son situaciones en las que no pensamos, o no queremos pensar, pero están ahí.
ResponderEliminarUn beso
Crudo relato, pero interesante. Dejará pensando a varios sobre las realidades de algunas personas que nacen sin suerte
ResponderEliminarFelicitaciones.
¿Con que armas se lucha para acabar con ese terror que no es producto de la mente, si no de la maldad humana?
ResponderEliminarUn relato grande, grande.
Besos
Lamentablemente tu relato y el miedo de Pedro son muy reales. Trabajo en una prisión donde hay un departamento de madres con sus hijos, aunque el tratamiento por parte de la institución hacia los niños, que solo pueden estar hasta los tres años, es impecable, siempre me pregunto sobre el daño que esta estancia en prisión ocasionará en sus vidas...Habría mucho que hablar sobre el tema, pero tu relato me ha llegado al alma.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar
Un beso
Que triste historia, Vero. Feliz domingo, amigos.
ResponderEliminarHay muchos miedos en la infancia..pero el peor de todos no es aquel que se tiene por seres que aparecen en la noche..los que salen en la oscuridad y en las sombras...El peor proviene de aquellos que a plena luz rompen la inocencia....triste relato..fuerte y triste..besos
ResponderEliminarPedro recibió malos tratos, y los tiene que vomitar, contra quién sea. Aunque es muy triste, es una realidad. esta clase de miedos, son los peores que se puedan dar, porque no se van nunca. Permanecen con el individuo y le dan muchos problemas.
ResponderEliminarSaludos amiga.
Terribles experiencias que siembran miedos en el corazón y la mente de niños inocentes expuestos a las barbaries adultas. Muy gráfico y desgarrador tu texto. Un abrazo
ResponderEliminarEsos miedos que no son imaginarios son los más difíciles de gestionar, porque pertenecen a las experiencias de vida, y si estás son terribles, puede perseguir toda la vida. Eso si que da miedo.
ResponderEliminarUn beso
Los miedos reales son los que dejan más hondas cicatrices. Esos son difícilmente superables.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algunos miedos ni toda la ayuda del mundo los pueden subsanar.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Gracias a todos, compis.
ResponderEliminarLas vacaciones estivales implican en este blog una dedicación extra de tiempo a dos enanos saltarines que han finalizado las clases. Por eso, si antes tenía poco espacio para mí, ahora tengo menos, un poco menos. Os pido paciencia, si? Os tengo en el corazón, la mente, el teclado, la taza del café y en todas partes, porque sois omnipresentes... :)
Beso y gracias