Amante de la roja flor de loto, tú, Adriano obvias a tu esposa Vibia Sabina de digno corazón. Deja que tu hermoso amante se ahogue en el Nilo, deja que se pierda su alma y reina sin mácula tu amplio imperio. Olvida a Antinoo, el bello niño que te sirvió en el placer y murió por ti, ya que únicamente con su muerte, tú, emperador, vivirás más allá de lo que los hados designaron.
La flor de loto roja apareció en las arenas del desierto por las gotas de sangre del león que mató Adriano cuando trataba de atacar a su pequeño amante Antinoo.
Feliz día y buen café...
Es que antes la pedofilia se trataba de otro modo...
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Un abrazo, Vero
Un texto donde nos damos cuenta que hasta lo más cultos tenían malas acciones , iban desde maltrato a su esposa a mantener relaciones pedofilas .. Muy interesante la historia de Adriano y su esposa + amante..
ResponderEliminarUn abrazo y feliz martes.
Nunca hay nada nuevo bajo el sol.
ResponderEliminarJolines vaya entrada, y es que cada vez que leo algo tuyo me quedo alucinando, buenisimo, besos.
ResponderEliminarRomanos intensos... siempre doblegados al deseo
ResponderEliminarBss
Preciosísimo texto, ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarUn beso.
Corto e intenso, tu relato "real". Adriano desde otro punto de vista... No, no hay nada nuevo bajo el sol. Gracias por participar!
ResponderEliminarY al final, una hermosa flor, como ya han dicho, nada nuevo hay bajo el sol
ResponderEliminarUf... me quedo con la flor de loto... pero en un contexto menos libidinoso. Gracias por tu texto.
ResponderEliminarMuy buen texto Vero. En esa época los amantes jóvenes estaban a la orden del día.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué buena historia, qué buena imagen la de la flor naciendo en el desierto gracias a las gotas de sangre.
ResponderEliminarTodo un símbolo de la vida por amor.
Beso!
Me recordó a los fragmentitos que solía traducir en latín *__* Intensa entrada.
ResponderEliminar¡Saludos!
Precioso relato, con simbolismo y todo. Una historia como las que llevamos dentro socialmente.
ResponderEliminarBesos
Un placer leerte, ha sido corto pero intenso.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Estos reyes, siempre cazando leones... cuando son las leonas las que atacan.
ResponderEliminarEn fin.
Saludos,
J.
Hola Censura: en aquellos lejanos tiempos de los romanos el cónsul, emperador, diputado que no tenia un mancebo para su goce personal y privado, no era nadie. Un abrazo muy grande.
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