Peste negra...

La procesión de los Flagelantes de Goya

Entre los siglos XI y XV, época que abarcaría la Baja Edad Media, los movimientos religiosos eran tan abundantes como setas en la humedad. Fue también el momento de la Muerte o Peste Negra, una plaga que mató a más de 25 millones de europeos, por eso triunfó, se dice... 

Uno de estos movimientos -los llamo así, pero en realidad serían escisiones sectarias de la supersecta oficial- fue el de los flagelantes, una secta o hermandad fanática que comenzó actuando en Perugia o Perusa, una comarca del centro de Italia, cerca del Tíber, sobre mediados de 1200; el anticristo y el fin del mundo se hicieron populares gracias a que un tal Joaquín de Fiore tuvo una experiencia mística que le otorgó el don de explicar la biblia y encontrar en ella profecías. La gente se asustó, pensó en que el perdón de los pecados, si el mundo se iba al traste, tenía una fácil solución, azotarse. Joaquín y los joaquinitas aprovecharon que estaban todos histéricos y se unían al grupo en masa para hacer labor de apostolado mediante su secta llamada Disciplinados. 

Así, cada pueblo tuvo los suyos con nombres diferentes: Battuti, Scopatori, Verberatori, etc... y todos se azotaban, creyentes o no, de todas las edades, ancianos. mujeres y niñas, hombres y niños, haciendo excursiones de ciudad en ciudad, con hasta 10.000 chalados berreando a todo el pueblo que se arrepintiese de sus pecados antes del final. 

Ya podía llover o nevar que ellos iban con la cara tapada y el torso descubierto chorreando sangre, los jefes iban delante llevando cruces, estandartes, antorchas y banderas, sin golpearse. 

El movimiento se extendió como las llamas, unos se les reían, otros sentían pena o admiración.

Toda Italia, Francia, Inglaterra, Alemania... hasta España, siendo Vicente Ferrer quien la introdujo y expandió. Llegaron a creerse tan poderosos que administraban sacramentos y asesinaban por los pueblos a aquellos que se les oponían abiertamente; gustaban también de cazar judíos.

El ritual solía ser éste, dos veces al día iban a la plaza del pueblo, se quitaban los zapatos, se desnudaban el torso y se colocaban formando un círculo, teniendo en cuenta que según el pecado que quería que se les perdonase, debían ponerse en una determinada posición: los asesinos de espalda, los adúlteros con la cara en el suelo, los que habían mentido estando bajo juramento se colocaban de lado y levantaban tres dedos. Primero les pegaba el maestro diciéndoles: Por el martirio te alzarás, pero no peques nunca más; luego se flagelaban ellos hasta que su sangre  cubría la plaza. 

Cuando terminaba la práctica, el impoluto jefazo leía una carta que un ángel había depositado en San Pedro de Roma, en la que decía que Cristo ya estaba hasta el gorro de los humanos y sus maldades, pero la compasiva María les daba una oportunidad de salvarse si se flagelaban 33 días como mínimo. 

Sus miembros no podían bañarse ni cambiarse de ropa sin permiso, cortarse el pelo o afeitarse, dormir en una cama o tener contacto  con una moza. Las manos se lavaban una vez al día de rodillas y cada uno se hacía cargo de su sustento. 

Hasta el siglo XV hubo de todo, prohibiciones, poder, declive, amenazas, auges, asesinatos y milagros; todo se suponía erradicado con la llegada de la Santa Inquisición. 

Se suponía... porque hasta el siglo XIX hubo procesiones de Flagelantes fomentadas por jesuitas en Austria, Holanda y los países que evangelizaban como India, Persia, Japón, Filipinas y por toda América; y todavía hoy, estas prácticas de los Disciplinantes se mantienen vivas y se continúan en ciertos lugares. 

Un buen documento de ello lo tenemos en estas IMÁGENES, tradición, fe, cultura.barbarie?

Besito y café...