Sacrílegos... acaben con ellos.

Ya que se acercan estos días de comer mazapanes, los cuales me pongo en cinco minutos a elaborar, os cuento una historia de sacrílegos por aquí y sacrílegos por allá... y de cómo se eliminaban entre ellos.

Nació Fabián en Roma hace unos 1.800 años y la iglesia cristiana ya había tenido, para esas fechas, diecinueve papas más. Cuenta Eusebio de Cesarea, otro que se hizo teólogo imperial y vivió protegido bajo la capa del poderoso porque era un hipócrita -ya os lo cuento otro día-, que cuando trataban de elegir al sustituto del anterior papa, una paloma se posó sobre Fabían que era un simple granjero quien, casualmente, estaba de paseo por la ciudad. 

¡Hala! Tras entonar el ¡milagro, milagro!, le ordenan sacerdote, le ordenan obispo y en un pis pas, papa. Una de las curiosidades de Fabián es que calificó de sacrílegos y mandó asesinar a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento de Jesús y a quienes se declaraban adoradores de cualquier dios romano oficial.

Por otra parte, en aquellos tiempos, el emperador Gaio Messio Quinto, también llamado Traiano Decio, se dedicaba a tratar de exterminar la plaga que invadía el imperio, la considerada una de las sectas más peligrosas; así que sí, también fue san después de ello, Fabián murió asesinado por sacrílego, bajo la persecución de Decio iniciada en 250 dne, porque se negó a hacer sacrificios en honor a las antiguas divinidades romanas en las que se incluía al mismo emperador; aunque esos primeros cristianos sacrificaban una media de 250.000 corderos cada pascua en honor a su divinidad...

Otro año llega y cantará albricias por este precioso y juevifamiliar regalo.

Gracias, Mónica. 

Café para todos...

Voy atrasada en los comentarios a vuestros blogs... me pondré al día.