Napoleón y sus corceles...

Con todo su esplendor aparece Napoleón en esta obra, con una gran capa anaranjada, rostro agraciado, corcel bello y fuerte, representación de un gran vencedor.

Carlos IV encargó a Jacques-Louis David, en 1801, un retrato de Napoleón a lo bonito para que así éste frenase las ganas de conquista hacia España; para hacerle la pelota, vaya. 

Napoleón se lo agradeció y al cabo de un tiempo cuando el agradecimiento ya se había olvidado, entró a lo grande en el país ajeno, se quedó con lo que no era suyo y dejó a Pepe Botella que años más tarde, cuando salió "borracho y por patas", se llevó el cuadro con él. La obra se llamó Napoleón cruzando los Alpes.

Pero, oh, sorpresa que nos hace poner los pies en el suelo y el trasero en un burro, Napoleón no cruzó los Alpes en este brioso caballo, sino en el burro de Dorsaz, un labrador que hizo de guía al emperador y sus tropas por el paso de Gran San Bernardo.

Paul Delaroche lo volvió a pintar, con la cruda realidad y sin retoques, cuarenta y siete años después y poniéndole el mismo título, Napoleón cruzando los Alpes.

Feliz cafelito...